La echo de menos vieja amiga.
Hace años que no me siento como cuando la tenía. Aún no han llovido chufas.
Es triste perder esa felicidad tan simple que no necesitaba de nadie más.
Esas ganas de probarme el vestido, esa ilusión de levantarme cada mañana y correr a la báscula y ver que todo desciende. Esa satisfacción de acostarme con el estómago vacío. Esa devoción por pasarme la mano por la tripa, por tocarme las costillas que tímidas se asomaban cuando estaba tumbada.
Ese lujo de caer en la tentación y después pasarlo mal… pues se echa tanto de menos cuando sólo en el pecado se vive ya.
Era tan fantástica esa angustia y esa necesidad de ser por mí castigada… pues se echa tanto de menos cuando sólo en el castigo se vive ya.
Quiero reencontrarme con usted, esta noche la recuerdo y me siento horrenda como siempre y sola y siguen sin llover chufas.
Recuerdo entonces cómo de gustosa era la sensación de mi estómago vacío durante horas y horas… Y a veces días. Y cada hora, cada día era más fuerte y menos horrible.
Pesando cada gramo, midiendo cada ml. Orgullosa de dejar siempre algo en el plato. Quemando la pila de la calculadora, contando los días, rugiéndome las tripas.
Por mis venas corría agua mineral y no me importaban las chufas.
Recuerdo que en una boda mi tía me tenía al lado y no sabía que era yo.
Era tan genial…
Era lo que no había sido nunca.
Era lo que siempre había deseado pero no me daba cuenta.
Machacando sin cansarme, machacando ahí tirada rabiando y odiando con ganas.
Era usted tan fría y tan agradable… era yo así… era la mejor… luchaba por serlo.
Y eso que la naturaleza no me hizo nacer ninguna obra de arte, como a muchas.
La echo mucho de menos vieja amiga, no quiero seguir viviendo así, voy a ir a buscarla en breve, porque chufas no lloverán nunca.
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miércoles, 8 de julio de 2009
No llueven chufas
Publicado por Lu von Laskaponia en 13:25
Etiquetas: cuentos de laskaponia
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